“Muchas personas creen que cuando reflexionan, meditan. Sin embargo, la reflexión es un estado de conciencia. Cada vez que se reflexiona, se le da a la conciencia un nivel superficial. Por otro lado, la meditación nos lleva a un estadio de profundidad. Es este estado, las personas se concentran en lo inmaterial. En la reflexión, se le da mente a las cosas, en la meditación no, aquí la mente queda totalmente en blanco. ¿Cómo podemos lograr esto cuando tenemos mil ideas en la cabeza? Para meditar se necesitan dos silencios: el externo e interno. Porque el ruido interno lo produce la mente. Meditar es abandonarse. Es desapegarse. Es dejar fluir, dejar que sucedan las cosas. No es luchar contra las cosas. Cuando llega un pensamiento dejo que pase, y no se le hace caso. No se lucha contra los pensamientos propios. Muchas personas abandonan la meditación porque creen que es pelear con su mente, es dejar que se libere. No es algo que pasa de la noche a la mañana es producto de una disciplina. No es que se es experto, porque cada día es cada día. Lo interesante de esto es que uno logra liberar pensamientos, ruidos internos. Hace que uno tenga mayor conciencia para vivir en el ahora y trata de cargar menos con el pasado. Nadie puede perdonar sino no se abandona el pasado. La persona que medita es una persona que deja pasar las cosas. Para esto es importante la disciplina. La meditación es abandonarse en Dios”.
