Reconocer nuestros errores, nos fortalecen, aceptar las pequeñas faltas debe ser signo de atención, de un llamado a mejorar y crecer. Lo contrario sería darnos con el látigo y castigándonos, dejando en pensamientos continuos errores que pueden dolor, pueden causarnos emociones fuertes, pueden afectar otras partes. Lo importante es que después de sacar todas esas emociones, sea culpa, tristeza, decepción, enojo, pues, que podamos pasar la página para observarlos y sacar lo bueno: una lección, no un castigo.
Dedicamos nuestro espacio de reflexión para compartir lo que Pedro González Núñez señala en su escrito: “Reconocer nuestros errores nos brinda la oportunidad de aprender de ellos”.